LA HUELLA DEL COLOR 2024


La Huella del color esta compuesto de 8 textiles de 4 metros de largo, teñidos y pintados a mano. Es un proyecto creado especificamente para la galeria Emian, ubicada a las orillas del Lago Panguipulli, en el Taetro Educativo de las Artes de Panguipulli.

En este proyecto busco transmitir la calma y profundidad tonal que uno siente al mirar el lago y su entorno, un paisaje que nos hace flotar y nos conecta con nuestro ser más ancestral. Los textiles doialogan con la luz y el tiempo del exterior, creando un puente entre naturaleza, la galeria y nuestro ser.  


© Andrea Lira 2024

La huella de un corazón azul
Con el movimiento de las telas y la potencia del índigo, Andrea Lira nos propone en “La huella del color” una experiencia que se parece a flotar entre el cielo y el agua. En su obra, el azul reflejado en el Lago Panguipulli adquiere múltiples tonos, se degrada y se concentra como un elemento vivo que late y en su latido nos desplaza no solo en el espacio, sino también en el tiempo y las emociones. Desde el amanecer hasta el atardecer, la mirada de la artista abre portales en el paisaje y revela siluetas que se distinguen del fondo en un juego constante de simetrías: círculos, hojas, ramas, montañas, rombos. Son estos elementos, simples y cercanos, los que le permiten indagar en torno a la luz y la oscuridad, el abajo y el arriba, lo pequeño y lo universal y construir un lenguaje que habla con lo que nos rodea, pero también nos conecta con nuestros ancestros y la inmensidad del mundo.







El trabajo de Andrea con el color índigo es parte de una búsqueda artística de cerca de diez años en torno a materiales de la naturaleza, de tintes que pueden ser hallados en alimentos, flores, vegetales. En este caso, el tono se obtiene de un pigmento extraído de la planta Indigofera tinctoria.

Trabajar con azul es trabajar con un color de alta vibración, con múltiples referencias en la historia tanto de Oriente como de Occidente, un color que ha fascinado a músicos, poetas y artistas. Pero Andrea llega al azul desde una geografía específica, el sur de Chile, sus lagos y sus cielos, y al abordarlo lo hace desde ese sitio y le imprime su sello. Se apropia del color, escoge el pigmento por su intensidad para luego emplearlo desde la sutileza, el respeto hacia los materiales y el cuidado artesanal que mueve su trabajo: el pigmento toma autonomía, se vuelve protagonista. Lo mismo sucede con la cerámica de los pequeños objetos que orbitan en el espacio de la muestra y con las telas que se revelan en su desnudez, con sus hilos y movimientos, y han sido trabajadas para conservar sus particularidades.

Es el color el que vibra en ellas y deja a su paso un resplandor, una huella que es también una invitación a seguirlo y a permanecer en contacto con el aire, el agua y todo aquello que nos da vida.

Juana Inés Casas



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